¡Qué trabajo cuesta muchas veces ser paciente! Que las cosas pasen cuando las necesito y cuando me urgen, es lo que deseamos todos prácticamente cuando nos encontramos en un momento de dificultad. Queremos pronto la solución y a veces no llega, se retrasa más de lo que nos gustaría. Y al acudir a Dios parece que también se hace de rogar, tarda demasiado tiempo en responder y la espera se hace demasiado angustiosa, tanto que incluso en ocasiones se convierte en sufrimiento. Una de las virtudes que Dios quiere que tengamos es la paciencia, y esta es la que nos ayuda a seguir manteniendo la fe en el Señor que ha de responder. La paciencia nos lleva a saber esperar, a no precipitarnos ni desesperarnos; a mantener la calma, aunque las cosas no pinten bien y todo bajo nuestros pies se esté desmoronando a una velocidad vertiginosa. Es con la paciencia con la que obtendremos respuesta a nuestros ruegos; esa respuesta que llega en el momento en que Dios lo que decide y planea. ¿Por qué se hace tanto de rogar? Porque los planes de Dios no son los nuestros y nuestra manera de pensar no es la de Dios. Dios no actúa por intereses ni por la inmediatez de nuestra situación personal. Dios es paciente y es necesario que tengamos nuestro espíritu preparado para que su acción sea efectiva en nuestra vida.
Señor
Entregar tu tiempo a los demás
Entregar tu tiempo a los demás es una maravillosa oportunidad de poder darles lo mejor que hay dentro de ti dedicándoles toda tu persona. Es lo que muchas veces echamos en falta en nuestro ritmo de vida cotidiano. El saber pararnos y prestar más atención a los que nos rodean, al Señor, a la oración personal, al cuidado de nuestra vida interior. El día a día nos va apretando tanto que al final nos convertimos, casi sin darnos cuentas, en máquinas de consumir vida y tiempo donde pasan los días y cumplimos de manera autómata nuestros cometidos sin saborear y disfrutar cada oportunidad que se nos presenta de contemplar, admirar, recrearnos, interiorizar, reflexionar… y tantas acciones que nos ayudarían a cambiar el prisma de cómo vivir y afrontar cada reto.
Una llamada que cambia la vida
Una llamada que cambia la vida. Estamos acostumbrados a vivir permanentemente mirando el móvil para ver quién nos habla y qué nos quieren decir. La dependencia que tenemos de él, podríamos decir, es considerable, tanto que nos inquietamos si no lo llevamos encima. A lo largo de nuestra vida hemos podido constatar que hay llamadas y llamadas y noticias y noticias.
Tu vida es una bendición
Que cada día de tu vida sea una bendición por todo lo que el Señor te ha permitido vivir y por la maravillosa oportunidad que tendrás a lo largo de este día de bendecirlo y alabarlo, con un corazón agradecido, por todo lo que vives y lo que tienes en tus manos para realizar pequeños gestos de amor en su nombre. Esos gestos que llenan tu corazón y el de los que te rodean. Así no solo bendecirás al Señor, también a los demás, porque conviertes tu vida y la de los hermanos en un don, en un regalo que el Señor te ha dado para que lo compartas con todos. No te quedes en las palabras bonitas y en los gestos que te hacen quedar bien, esfuérzate cada día por hablar bien de los otros con amor y contárselo en tu oración y con tus palabras a Dios y a los demás. Así lo hizo Jesús cada vez que tenía la oportunidad de ayudar a quien se acercaba a Él. Siempre miraba al cielo, y después de invocar al Padre sanaba y bendecía. Así fue el milagro de los panes y de los peces (cf. Lc 9, 11-17), el Señor Jesús miró al cielo y pronunció la bendición. Entonces se produce el milagro.