Somos pecadores, imperfectos y estamos llenos de debilidades. Para Dios no es una sorpresa, Él cuenta con ello, sabe como eres y es paciente con tus ritmos, con tus cambios. No tiene prisa ni se inquieta. Te mira con cariño y ternura esperando que le dejes hacer en tu vida. Dios no busca personas autosuficientes, sino más bien a aquellos que están dispuestos a abrir su corazón. ¿Lo estás? Porque el punto de partida de la vida cristiana no está en ser dignos, sino más bien lo contrario. En los evangelios vemos cómo los que se creían buenos y religiosos, rechazaban a Jesús y no pudo hacer nada con ellos. Cuando el Señor hablaba, ellos se escandalizaban y le juzgaban. Es importante tener un corazón humilde y sencillo, así es como Dios actúa con quien se reconoce necesitado. A Él no le atrae tu capacidad, tus dones…; Dios nos ama tal y como somos y quiere que seas transparente. Sé humilde hasta el final, porque la santidad no se alcanza enalteciéndose, sino abajándose, confiando tus pobrezas y debilidades a la misericordia del Padre Bueno, para que así el perdón se haga cada día más fuerte en tu vida.
sentimiento de culpa
Sentimiento de culpa
Todos hemos experimentado muchas veces el sentimiento de culpa por algo que hemos realizado o dejado de hacer, tanto para nosotros mismos como para los demás. Este sentimiento nos lleva a una angustia que nos hace sentir “lo peor” del mundo, y que procura por todos los medios reparar el mal que hemos realizado o saldar la deuda que hayamos podido contraer. En otros momentos el sentimiento de culpa nos llega a paralizar y a dejarnos sin saber qué hacer, sumidos en nuestro propio desconcierto, siendo conscientes de nuestro propio error o “metedura de pata” y lamentándonos enormemente por no haber hecho las cosas todo lo bien que nos hubiese gustado.