Sabemos de la necesidad de la prudencia en nuestra vida, tanto a la hora de hablar como de actuar. Dejarnos llevar por los impulsos y actuar movidos por ellos no es seguro de éxito ni de ausencia de problemas. Podemos tener suerte y acertar con la elección hecha, pero por norma general nos solemos arrepentir de aquello que hemos hecho de manera instintiva. Para combatir esto el Señor nos ha regalado la sabiduría, que nos ayuda a mirar nuestra vida de una forma distinta y sobre todo a elegir y discernir bien cuáles son nuestros siguientes pasos y cómo los tenemos que dar. En ocasiones hablamos de nuestros pecados de juventud y de aquellas vivencias que hemos tenido faltos de experiencia; seguro que con el paso de los años y la sabiduría que hemos adquirido en la vida ahora afrontaríamos de una manera totalmente distinta.