Estar alegres y contentos cuando las cosas marchan bien eso es muy fácil. Mantener la alegría y la esperanza cuando las situaciones se tuercen y las cosas no marchan como queremos, esto es algo muchísimo más difícil. Siempre las personas que afrontan con fuerza, ánimo y esperanza sus sufrimientos y dificultades, se convierten, para los que las conocen, en testimonio y ejemplo de fortaleza; son ellas las que animan a quienes las rodean y las que sonríen; parece que no se sabe de dónde sacan las fuerzas y cómo transmiten esas ganas de vivir y de luchar. En muchas de ellas, al menos las que yo conozco, la fe juega un papel muy importante. Poner a Dios en la vida es el mayor de los regalos que pueden tener y ofrecer también a los demás.
sufrimiento
Hacerse a la idea
Hay veces que cuesta demasiado trabajo hacerse a la idea de lo que es repentino y sorprendente porque provoca un gran sufrimiento y dolor en nuestras vidas. Aceptar lo que la vida nos trae cuesta demasiado trabajo. La Virgen María también lo tuvo que experimentar en su propia carne cuando contemplaba a su hijo en la cruz después de haber sido torturado y maltratado por los soldados romanos. Una espada le atravesó el corazón sumergiéndola en el mayor de los dolores, especialmente en el momento de tener el cuerpo sin vida de su hijo en sus brazos. No hay mayor dolor que tener que hacer lo contrario de lo que la naturaleza ha dispuesto: que un padre y una madre entierren a su hijo. ¿Cómo hacerse a la idea de algo tan doloroso y desgarrador? María lo pasó muy mal, sólo quien ha sufrido en su vida algo tan duro puede saber cómo se sintió María. El resto de personas nos lo podemos imaginar solamente, no llegaremos nunca a ser conscientes de ese verdadero dolor.
Dios tiene un sms para ti
Ya nos hemos habituado a ver a todo el mundo con el móvil en la mano por la calle, en una parada esperando a que llegue el autobús, en un banco, en una sala de espera, en una terraza tomando algo… es algo que hemos normalizado y asumido como parte de nuestra vida. Cuando el móvil suena o vibra, rápidamente tenemos ganas de ver quién nos ha escrito o quien nos llama, incluso a veces tenemos mucha curiosidad por saber quién lo hace, y nos falta tiempo para mirar quien es. ¿Cuántas veces desbloqueamos el móvil a lo largo del día? Impensable e incontables seguramente. Ojalá y este deseo por saber quien nos habla, lo tuviéramos por escuchar y saber qué es lo que Dios nos quiere decir en cada momento.Dios nos envía muchos mensajes cada día, y tener esa capacidad de escucha podríamos decir que es un verdadero don, porque nos permite centrarnos en lo importante, en nuestro Dios que tanto nos ama y nos quiere. La dependencia que ha provocado en nosotros el móvil debería de multiplicarse en la que debe suscitar Dios en nuestra vida. Me encantaría escuchar a todos los hombres de este mundo decir que no pueden vivir sin Dios, que lo necesitan en su vida.
Con delicadeza
¡Cuánto agradecemos una sonrisa y unas buenas palabras en el trato con los demás! A todos nos gusta que nos traten bien siempre; que se dirijan a nosotros con respeto y cordialidad y que en las distancias cortas sean amables. Una persona sencilla y humilde es una persona delicada, tiene una sensibilidad especial porque en lo que hace, transmite ternura, respeto, amor… y te hace sentir importante. Es algo que todos deseamos ver cada día, que para los demás somos especiales, importantes. Lo más hermoso es cuando la delicadeza y la ternura salen solos, síntoma evidente de que uno hace lo que siente y no tiene que realizar ningún esfuerzo para demostrar nada a nadie.
Son muchos los ámbitos de nuestra vida en los que podemos ser delicados: en nuestras conversaciones, en el trato con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo. No es casualidad que la fluidez en el diálogo sincero nos permita saber cómo se encuentran los demás y qué sienten en su interior. Si poseemos esa sensibilidad que nos hace entrever el sufrimiento de quien está a nuestro lado, sabremos encontrar las palabras oportunas para reconfortarle y hacerle sentir un poco mejor.
Afrontar la enfermedad
Bien sabemos de sobra que la enfermedad no entiende de edades, clases sociales, status… A todos nos va tocando de lleno, bien por familiares cercanos, bien personalmente. Todos hemos estado alguna vez enfermos y hemos experimentado la fragilidad y debilidad de nuestro propio cuerpo. Cuando la enfermedad es duradera llegamos a verla incluso como a un gigante que nos merma y nos quita fuerza y aliento de vida. Lo que menos podemos hacer ante la enfermedad es descuidar, perder y abandonar nuestra fe, pues es dar paso a un camino de desesperanza y sufrimiento difícil de aceptar y asumir que nos va haciendo cada vez más pequeños y minando nuestro deseo de superación y de volver a ilusionarnos.
Sufriendo en silencio
Hay muchas veces en las que vemos a las personas que han sufrido bastante y mantienen la entereza, la normalidad en su vida. Quizás a nosotros también nos ha podido ocurrir en muchas ocasiones. Y ante esto solemos decir: “La procesión va por dentro”. Es la manera de decir que el sufrimiento y el dolor lo tenemos en el interior, aunque no lo exteriorizamos, o al menos eso intentamos. Porque no queremos hacer sufrir más a los que nos quieren, porque necesitamos salir adelante y pasar el bache cuanto antes, porque no queremos que los que nos han hecho daño disfruten de nuestro dolor… y otras razones más que nos hacen actuar así.
Sobre la envidia
La palabra envidia viene del latín “in-videa”, que significa “el que mira mal”. Y es que hay veces que miramos mal a las personas deseando algo que ellos pueden tener y nosotros no. Hay veces que la felicidad del otro puede llegar a molestarte e incluso a hacerte sufrir, y esto se vuelve contra nosotros. Santo Tomás de Aquino lo refiere como “el dolor del bien ajeno”. Tendemos a generalizar y solemos decir que el mundo en el que vivimos está lleno de envidia, pero por norma nunca miramos dentro de nosotros, sino que es mejor mirar los defectos y debilidades de los demás.