Somos de barro y frágiles. Por muy invencibles, fuertes y autosuficientes que en ocasiones nos creamos, no somos nada. “Polvo eres y en polvo te convertirás”, nos decían el Miércoles de Ceniza, para recordarnos nuestra vulnerabilidad. Esta se hace efectiva en nuestras limitaciones diarias y en nuestra incapacidad de ver más allá de nosotros mismos en multitud de ocasiones. Es importante tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad para que la necesidad de Dios sea efectiva en nuestra vida. No todo vale, y es cierto que, en ocasiones, cuando nos relajamos nos resulta muy fácil dejarnos llevar, alejarnos de Él y sufrir un grave prejuicio en nuestra vida. Reconocer mi incapacidad es dar un gran paso de humildad que nos predispone para que nuestra conversión sea auténtica y con efecto inmediato. Porque no podemos posponer nuestro cambio constantemente. No podemos dar largas al Señor, al Dios de la vida, que está siempre pendiente de ayudarnos y regalarnos la felicidad en lo que vivimos y realizamos.
superación
Sonríele a Dios
Sonríele a Dios. «Sus planes no son nuestros planes, y nuestros caminos no son sus caminos» (Is 55, 8). Cuando de repente, ante nuestros ojos y pasos, se presenta un giro inesperado o una “sorpresa” no deseada, sabemos de sobra que esto nos descoloca. Parece como que todo se desmorona, como que la vida se para de repente y te ves cayendo al vacío, con tu vida totalmente descontrolada y saltando por los aires, siendo consciente de que todo se ha perdido y se ha derrumbado. Entonces le preguntas a Dios qué es lo que quiere de ti y qué te tiene preparado; y, además, te das cuenta de que todas las seguridades que te habías construido para sentirte bien y vivir aparentemente feliz han desaparecido repentinamente. Te falta el aire, tu cabeza no deja de dar vueltas y se te pasan por tu mente miles de pensamientos e ideas que cada vez se descontrolan más. Y surgen las preguntas sin respuesta y esa sensación en tu interior de que todo se ha perdido.
Alegría renovada en la Resurrección
K¿Cuantas veces te has sentido sin ánimo, sin ganas de caminar y de abandonarlo todo? Hay veces que la oscuridad se hace fuerte ante la luz de nuestra vida, y nos cuesta trabajo avanzar, seguir hacia delante. Jesús con su resurrección quiere ayudarnos a superar estas situaciones que nos llevan al desánimo, a la muerte en la fe. Cristo nos ayuda a poder madurar, dejando atrás todo aquello que nos sumerge en el sepulcro bien sellado. La Resurrección de Cristo supone una ruptura con todo aquello que nos habla de debilidad y fragilidad. Dios nos da la posibilidad de sumergirnos en el misterio más hermoso de nuestra fe, y poder descubrir desde su presencia todo aquello que nos habla de triunfo, de vida, de nuevos caminos y oportunidades que se nos brindan para vivir más plenamente el Evangelio y compartirlo especialmente con los hermanos. No es una vivencia personal, ni mucho menos una celebración individual, sino que es en la comunidad donde nos encontramos con los hermanos que creen y se alegran por lo mismo que nosotros. Jesús fue lo primero que hizo, rodearse de discípulos, de amigos con los que compartir la vida y a los que enseñar. No hacía nada sin ellos, todo lo compartían. Esta es la invitación que en esta Pascua el Señor Jesús nos hace a cada uno: compartir nuestra fe y lo que somos, abriendo el corazón sin temor, porque Dios actúa en él y nos permite reconocerlo.
Jesús es el camino
Jesucristo es el único camino que nos conduce a la felicidad que no tiene fin. Todas las demás apariencias de felicidad que nos ofrece el mundo son perecederas. Seguramente que en lo profundo de tu corazón está el deseo de querer encontrarte con el Señor, de tenerle siempre presente, de no olvidarte nunca de Él, de dar testimonio a los demás de lo importante que es para ti, de actuar siempre en su nombre, movido y motivado por el amor que en ti ha suscitado. Jesús es el camino, ha dejado bien claras sus huellas para que le puedas seguir, bien señaladas e imborrables, porque Jesucristo está vivo. Por desgracia, son muchas las ocasiones en las que no vemos con claridad al Señor Jesús, no le reconocemos caminando a nuestro lado, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 11-34), aunque ardían sus corazones. Nuestra mirada se enturbia y se cansa por los desencantos, agobios, sufrimientos… de la vida, que hacen que miremos a otro lado y que pasemos de largo, porque no nos damos cuenta de que el Señor nos está llamando y quiere que nos paremos a descansar en su corazón lleno de amor.
¿Cómo te preparas para encontrarte con Dios?
Son muchas las ocasiones en las que por tu carácter has reaccionado de manera incorrecta y al momento te has arrepentido de ello. Es una de las fragilidades del ser humano, en las que por mucho que quieres controlarte y no saltar, terminas haciéndolo y sintiéndote mal por ello. Llegar a dominarse es un acto heroico, y son muchos los pasos que vas dando en esa dirección, aunque llegar a erradicarlo, a veces, resulta una tarea más que difícil. No te agobies por esto, en tu camino de conversión y santidad has de pasar por estos momentos, que te ayudan a crecer y perseverar; a mantenerte alerta y atento para no volver a cometer los mismos errores a la hora de reaccionar. Cualquier paso de superación es un verdadero triunfo, y es en esto en lo que te tienes que centrar, porque así creces, avanzas y maduras. Y vas asentando las verdaderas bases para erradicar cualquier debilidad de tu vida. Con tus debilidades no te puedes perpetuar en el tiempo, es necesario, incluso para tu ánimo, ver cómo vas superándote y avanzando en tu vida personal, erradicando poco a poco tus debilidades y limitaciones, y creciendo como persona y como creyente.
Supera tus miedos y temores con fe
Sabemos por experiencia que el miedo nos paraliza, nos deja sin poder reaccionar ni tomar decisiones. Hay veces que nos hace sufrir demasiado, porque nos genera una gran angustia vital, que hace que nuestra parálisis sea un gigante difícil de sortear. Llegar a descubrir el origen de ese miedo supone, en gran medida, tener que volver a recuerdos y experiencias pasadas, algunas demasiado duras que han dejado honda huella en nuestro interior. Son muchas las circunstancias, contextos, actitudes colaterales… que vivimos a lo largo de nuestra vida y que o bien nos hacen crecer, o bien nos hacen retroceder en nuestra experiencia vital y en nuestras seguridades personales. ¡Qué importante es saber madurar! Afrontar los retos con responsabilidad y crecerse ante las dificultades son dos actitudes importantísimas que nos permitirán avanzar con firmeza en nuestra vida. No nos podemos achantar ni acobardar ante los retos y situaciones que se nos presentan. Hay veces que resulta difícil, que nos vemos superados, paralizados, pero no debemos prolongar en el tiempo estas situaciones.
La ilusión en Dios
Ninguno nacemos con todo aprendido. Tenemos que esforzarnos por aprender desde pequeños, mucho más si hay algo que queremos hacer y requiere mucho trabajo y esfuerzo, para llegar a dominarlo perfectamente. Seguro que conoces a personas que necesitan más esfuerzo que otras para llegar a sus objetivos. Son personas trabajadoras, perseverantes, insistentes en lo que se proponen y eso suple otras carencias que no tienen. Necesitamos tener sueños e ilusiones que nos permitan superarnos; necesitamos imposibles que nos ayuden a seguir creciendo, madurando, avanzando en nuestra vida, para que vayamos adquiriendo capacidades que en un principio no tenemos y que a base de trabajo y espíritu de superación, llegamos a dominar perfectamente. Quizás, a veces, discriminamos a los demás por su apariencia, porque no poseen cualidades que nosotros consideramos necesarias y que no tienen, pero gracias a las ganas de superarse, a su actitud y al trabajo bien hecho van dando pasos que los convierten en personas más maduras y auténticas.
Perseverando contra corriente
Vivimos en un momento de la historia donde sentimos la crisis profunda de valores en la está sumergida nuestro mundo. Somos conscientes de que hemos de cambiar la sociedad en la que vivimos porque vemos que hace aguas por multitud de puntos, que van minando poco a poco nuestro deseo de lucha y de compromiso para transformarla. Tenemos una idea general de sociedad y de mundo que por lo grande que es y todo lo que abarca, comparado con nuestra pequeñez e insignificancia, somos conscientes de que podemos hacer más bien poco. Todos somos parte activa del cambio, y siempre hemos escuchado decir que “un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. Que esto te ayude para tomar conciencia de lo importante que es ese granito de arena que tienes en tus manos y que puede ayudar a colaborar y transformar el mundo en el que vives, sabiendo que Dios también confía en ti y en tus capacidades para que tomes la iniciativa y sigas con ese proyecto de hacer realidad el Reino de Dios allá donde te encuentres.