Hay ocasiones en las que nos gusta presumir ante los demás de lo que somos, hemos conseguido o se nos da hacer bien. Nos gusta que nos miren bien y que nos tengan en consideración. Además, socialmente también nos sentimos bien cuando somos aceptados y los demás nos tienen en cuenta y quieren que estemos con ellos. Esto hace que nos esforcemos por conservar nuestra buena imagen y si se puede acrecentarla, mejor.
No podemos vivir sólo de apariencias, ni quedarnos en lo inmediato ni en lo superficial, porque entonces interiormente nos vaciamos. Corremos el riesgo de convertimos en personas frías que no tienen nada que ofrecer y que sólo están pendientes de lo pasajero y superficial. El ego es muy fácil de agrandarlo cuando entramos en esta dinámica. Hay que estar muy atentos para que lo material, el físico, la moda, el prestigio… no se conviertan en el centro de la vida, pues hace que sin darnos cuenta los demás nos reconozcan por estas cualidades y tengan una buena opinión. Corremos entonces el riesgo de caer en la presunción.