Ejercer la paciencia es un don. A veces la perdemos con demasiada facilidad. Un proverbio turco dice que “la paciencia es la llave del paraíso” y no le falta razón porque nos permite vivir cada situación de nuestra vida de una manera más serena, calmada, sin perder el control de lo que hacemos y dominando especialmente nuestros impulsos, especialmente aquellos que hacemos con rabia y que sacan lo peor de nosotros mismos. La paciencia nos permite que la espera sea más tranquila, que no nos dejemos llevar por las prisas y por querer que todo salga como nosotros queremos y deseamos. Son muchos los ejemplos del día a día donde la paciencia la perdemos con facilidad: en el coche, cuando llamamos por teléfono a algún familiar y no nos lo cogen, cuando tenemos que hacer una cola demasiado larga en la compra… Nos hemos acostumbrado a lo inmediato, fruto de la cultura de consumo en la sociedad de bienestar en la que vivimos.
testimonio
Tus frutos de fe
No podemos conformarnos con ser buenas personas. Hemos de aspirar a más, no basta con hacer lo justo y lo mínimo; o como en alguna que otra época de estudiante, no es suficiente con aprobar, se ha de sacar siempre la mayor nota posible. Los creyentes hemos de aspirar a ser buenos y mejores cristianos cada día, no podemos acomodarnos a un estilo de vida laxo, que no nos comprometa ni transforme en nuestra vida interior. Vivir nuestra fe ha de ser un reto ilusionante cada día, que nos permita descubrir y saborear a Dios en todo lo que hacemos; es vivir con tanta intensidad cada acontecimiento que te permite entregarte y sacarle el mayor fruto a todo lo que realices; es dejarte sorprender y no consentir en ningún momento que en tu vida entre la rutina, la desgana, el desaliento; es estar abierto a la novedad del Evangelio, de tal manera que siempre te aporte algo nuevo y te hable de una manera distinta, pues la Palabra de Dios debe resonar siempre de una manera distinta en nuestro interior y nos tiene que enseñar algo nuevo cada vez que la escuchamos.
Huellas en el corazón
Huellas en el corazón son las que dejan las personas que pasan por nuestra vida. Huellas profundas, imborrables, llenas de multitud de vivencias y experiencias compartidas desde lo más profundo de nuestro ser. Así es el corazón del ser humano: débil y fuerte a la vez. Débil porque sufre la pérdida de los que ama, los fracasos de la vida, las rupturas de amor y de amistad, las amarguras de los sueños no cumplidos; y fuerte porque es capaz de sobreponerse y de seguir afrontando el mañana, cueste lo que cueste, a pesar de todo.
Hay huellas que son más especiales que otras, más profundas, más entrañables. Esas huellas son las que tenemos bien marcadas en nuestros recuerdos por lo que han significado. Sabemos lo necesarias que son, por lo que expresan, porque hasta incluso los recuerdos los hemos convertido en sacramentos de la vida. Son vivencias tan especiales, que al traerlas al presente en nuestra mente o al hablar de ellas se vuelven igual de intensas y emocionantes por lo que han significado.
Recuerdos que dejan huella
Bien sabemos todos que por la huella que dejan las personas en nuestros corazones, es difícil olvidar. Los recuerdos son importantes porque nos retrotraen a experiencias maravillosas y también duras que hemos vivido. Han marcado nuestra vida y nos han permitido crecer, aprender y hacernos más fuertes ante las adversidades. Siempre necesitamos de personas que nos completen y sigan sacando cada día lo mejor de nosotros mismos. El amor que las tenemos y todo lo que compartimos con ella van calando hondo en nuestro corazón y van dejando con el paso del tiempo una huella imborrable. Hemos de aprender a olvidar lo malo, lo que no sirve, y quedarnos con lo bueno, con lo que construye y nos permite serenar nuestra alma y vivir en paz, sabiendo que tenemos la conciencia tranquila porque hemos hecho lo que teníamos que hacer.
La ilusión en Dios
Ninguno nacemos con todo aprendido. Tenemos que esforzarnos por aprender desde pequeños, mucho más si hay algo que queremos hacer y requiere mucho trabajo y esfuerzo, para llegar a dominarlo perfectamente. Seguro que conoces a personas que necesitan más esfuerzo que otras para llegar a sus objetivos. Son personas trabajadoras, perseverantes, insistentes en lo que se proponen y eso suple otras carencias que no tienen. Necesitamos tener sueños e ilusiones que nos permitan superarnos; necesitamos imposibles que nos ayuden a seguir creciendo, madurando, avanzando en nuestra vida, para que vayamos adquiriendo capacidades que en un principio no tenemos y que a base de trabajo y espíritu de superación, llegamos a dominar perfectamente. Quizás, a veces, discriminamos a los demás por su apariencia, porque no poseen cualidades que nosotros consideramos necesarias y que no tienen, pero gracias a las ganas de superarse, a su actitud y al trabajo bien hecho van dando pasos que los convierten en personas más maduras y auténticas.
Dejar huella
Tener buenos recuerdos de personas que han pasado por nuestra vida dejando huella, es una de las experiencias más hermosas que tenemos, humanamente hablando. Porque el contacto con ellas no nos ha dejado indiferente, han calado hondo en nuestra vida y siempre las llevamos con nosotros. Recordarlas seguramente nos traen bellos momentos vividos de nostalgia que hacen que queramos volver atrás en el tiempo para disfrutar otra vez de lo que tanto nos ha llegado al corazón. Estas personas han sido auténticas y por eso las llevamos en nuestro corazón siempre.
Dios es mi seguridad
Todos conocemos personas que simplemente con su presencia dan seguridad y tranquilidad. Algo que necesitamos cuando estamos llevando a cabo alguna empresa, ya sea grande o pequeña. Estas personas hacen que todo a su alrededor esté más tranquilo y sereno, pues dan un grado de confianza y seguridad que está al alcance de muy pocos. Son necesarias en todos los ámbitos de la vida, pues sabes que cuando están, trabajas y actúas con la seguridad de saber que ante cualquier dificultad que se te pueda presentar tendrás la ayuda, el consejo, la solución que necesitas y esas palabras de ánimo que te hacen levantarte de nuevo y seguir caminando. Quizás sea porque te descargan de responsabilidad, quizás porque tengan autoridad moral sobre ti y sabes que ante la dificultad no van a dudar en ayudarte en lo que necesites, quizás porque con la experiencia de vida que tienen te darán buenos consejos… el caso es que teniéndolos a tu lado todo es mucho mejor.