¡Cuántas veces dejamos pasar grandes oportunidades de cambio en nuestra vida! Necesitamos dar los pasos adecuados que nos ayuden a ser más y mejores creyentes. No podemos conformarnos con ir haciendo las cosas como buenamente podemos, sino que cada día ha de ser especial y distinto. Sabemos que el inmovilismo termina apagando nuestra sed de Dios, nuestra ilusión por vivir de una manera distinta; nos vuelve más criticones porque empezamos a mirar a los otros con recelo, buscando justificar nuestra falta de actitud y de inacción. Entrar en esta dinámica es apagar el espíritu y terminar rechazando a Dios en nuestro corazón, porque no provoca en nosotros ese ardor que debería sacarnos de la apatía y de la desidia interior en la que nos sumergimos, porque nos dejamos arrastras por situaciones y vivencias mucho más cómodas y apetecibles que el mundo de hoy nos ofrece.
Tomar conciencia
Tomar conciencia
Seguro que, a lo largo de nuestra vida, sobre todo cuando éramos más pequeños, nos han dicho muchas veces que tuviéramos cuidado porque nos podíamos equivocar y no hemos hecho caso porque pensábamos que siempre nuestros mayores estaban con la misma retahíla y que no nos entendían. Con el paso del tiempo y las experiencias vividas nos hemos ido dando cuenta de la razón que llevaban porque nos ocurría lo que ellos ya nos advertían.
Y es que darnos cuenta de las cosas. hay veces que, nos cuesta trabajo porque hasta que no somos conscientes de la realidad y no lo vemos totalmente claro, no reconocemos la realidad ni tomamos conciencia de lo que sucede ni de lo que somos. En nuestra vida es importante tener las ideas claras para hacer siempre lo correcto, siendo coherentes con lo que creemos y luego ponerlo en práctica.