Que ni el tiempo ni la vida te quiten la ilusión. Estas palabras en determinados momentos pueden resultar muy difíciles de realizarlas. Hay que sobreponerse a las situaciones cuando tropezamos o cuando nos tiran. Pero no podemos rendirnos. Perder la ilusión es ahogar la esperanza y bajar los brazos, dejar de luchar, sucumbir a la tristeza y dejar que la amargura entre en tu corazón, llenándolo de sinsabores y de completa resignación. ¡Revélate a esta situación! Quizás no encuentres salida en este preciso momento, pero ten en cuenta esto: “Dios cierra una puerta, pero abre una ventana”. Me lo enseñó una persona muy especial en unos momentos muy difíciles, y en medio de estos momentos apareció la figura de la Virgen María, que ciertamente termina dejándote a los pies de Jesús. Por eso, no claudiques, confía en Dios y agárrate fuertemente a la Virgen María, y tu modo de afrontar los problemas serán distintos, los verás desde otra visión y no te sentirás solo, porque Él es el compañero de camino que sale a tu encuentro para acompañarte. ¡Escúchale! Quizás tu mente piensa a mil por hora, incluso barbaridades…; procura hacer silencio en tu interior para escuchar la voz de Dios, que te está explicando el sentido de todo. Sé paciente y no desesperes. Es posible que te cueste, pero conforme vayas caminando al lado de Jesús, buscando su presencia y su compañía, comenzarás a sentirte de otra manera porque tu corazón empezará a arder, a vibrar, a sentir el amor de Dios de una manera especial.