Mantener la ilusión renovada con el paso del tiempo es difícil, especialmente cuando afloran las dificultades y vamos perdiendo esa frescura y vitalidad que nos da el comenzar nuevas acciones personales o comunitarias que nos hacen creer en la posibilidad de cambiar y transformar nuestro entorno y ayudar a crecer también a las personas. A Jesús le ocurrió lo mismo, los que solían acompañarle fueron desanimándose, desilusionándose y abandonándole poco a poco. Así nos lo cuenta el evangelista san Juan: «Muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?»(Jn 6, 66-67). Que la decepción entre en nuestra vida es una pena, porque estamos dando cabida a que la gracia de Dios no actúe en nosotros y esto nos perjudica, pues perdemos la claridad de ideas y nos cuesta trabajo llegar a entender y justificar lo que nos ocurre. Comprender la bondad del padre bueno y su capacidad de perdonar al hijo pródigo; que el buen pastor sea capaz de dejar su rebaño para buscar a la oveja perdida, es una muestra más que suficiente para enseñarnos hasta dónde es capaz de llegar Jesús. Dios es fiel y siempre se nos muestra porque nos está acompañando en todo momento.
vida
La Pascua en Sri Lanka
¡Verdaderamente Cristo ha resucitado! Es lo que creemos y decimos. Cristo ha resucitado para llamar a tu puerta, para que entregues tu vida, para que no tengas miedo a arriesgar lo que tienes. Hay que estar preparados, no sirve la espera. Las cosas llegan siempre cuando menos te lo esperas. Así ocurre con las desgracias de la vida, con la muerte, con los gestos violentos que los hombres somos capaces de realizar.
Cristo ha resucitado
¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive! Jesucristo ha roto las cadenas de la muerte y se presenta ante sus discípulos para devolverles la alegría. También se presenta ante nosotros, para transformar nuestros llantos en alegría, en el gozo del encuentro. Entramos en el tiempo más gozoso del año, el de la Pascua, donde queremos decir que la muerte no tiene la última palabra. El Dios de la vida ha venido a iluminarnos, a transformar todo aquello que nos impide estar con Dios y poder contemplarle clara y transparentemente. Así es como Cristo se nos muestra, transparente, sin ningún filtro, derramando el Amor de Dios en nuestros corazones, para que podamos saltar de gozo.
Viernes Santo
«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12, 24).
El sentido más profundo de la vida lo celebramos hoy. No queremos la muerte, ni para nosotros, ni para los que amamos. Cristo ha cargado con la Cruz, se ha agarrado fuertemente a ella y nos da una lección magistral de obediencia al Padre. ¡Cuánto nos cuesta obedecer a la Palabra de Dios! Hoy Cristo nos dice que está al alcance de nuestra mano. A pesar de la dificultad, es posible. Cristo extiende sus brazos en la Cruz para perdonarnos. Tú también puedes extender tus manos para abrazar al hermano, para reconciliarte con Él, para abrazar también a Dios que está esperándote, como el padre lo hizo con el hijo pródigo.
Es viernes Santo, es hora de mirar a la Cruz y contemplar de una manera totalmente diferente tu vida, tu propia historia, porque Cristo te invita a que mires tu corazón y saques todas las espinas que puedas tener, para que tu corazón quede totalmente curado. La muerte de Cristo es para sanar tu alma; para dar nuevo sentido a tu vida; para que aceptes tu pasado y puedas caminar ayudado por Cristo, que quiere ser tu Cirineo desde este momento. Como Cristo miró desde la Cruz a todos los que estaban en el Monte Calvario, hoy también te mira a ti, para que tengas una mirada nueva y así puedas contemplar tu propia vida desde el abandono total en las manos del Padre. Deja que tus sufrimientos los acune el Señor, que Él sea tu consuelo, sea tu descanso, sea quien te devuelva la paz.
Hoy es Jueves Santo
Hoy es Jueves Santo, hoy es el día del Amor Fraterno. No es un jueves más del año, es el jueves más especial porque Cristo instituyó la Eucaristía, nos enseñó el verdadero valor del amor, de la entrega y del servicio. Hoy tiene sentido meditar el último mandamiento que Jesús nos dejó: «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Jn 13, 34). El amor no es una opción, es el mandato de Jesús. No podemos pensar en si nos apetece o no, porque la condición natural del hombre es a amar y entregarse. Amar la propia vida, amar a los demás y por supuesto, amar a Dios. Son las tres dimensiones del ser humano que nos completan y que no pueden dejar coja nuestra capacidad de amar, si no las vivimos auténticamente. No amar a los demás ni a Dios es desobedecer el mandato del Señor Jesús.
Que no te asuste la cruz
Tenemos claro como creyentes lo importante que es compartir y acompañar a Jesucristo en su Pasión y Muerte; también sabemos que hemos de asumir la cruz de cada día y cargar con ella para seguirle, pero, cuesta trabajo e incluso a veces da miedo cogerla porque tiene más peso en nuestra vida la comodidad, lo fácil… que lo complicado y auténtico. ¿Qué precio le pones al Señor en tu día a día? Quizás nuestras treinta monedas de plata son nuestro bienestar, la vida fácil, las seguridades que tanto esfuerzo nos ha costado llegar a conseguir; cada uno sabemos aquello a lo que no estamos dispuestos a renunciar; y nos planteamos si nos merece la pena seguir a Jesús o no. A veces es demasiado triste constatar en nuestras vidas que Dios no es tan importante, que hay situaciones que están por encima de Él, y terminamos dañando nuestra fe, debilitándola. La falta de ilusión, provocada por norma general por la falta de oración, hace que Cristo deje de ser el centro de nuestra vida, que nuestra pasión por Él se pierda y poco a poco comencemos a alejarnos de Él, casi sin darnos cuenta, enfriando nuestra alma y entrando en una dinámica de vacío de Dios que torpedea nuestra vida espiritual.
En Domingo de Ramos
Domingo de Ramos, Domingo para cantar de júbilo porque reconocemos a Cristo como nuestro Rey, como Señor de nuestra vida, de nuestra historia. Hoy gritamos “¡Hosanna!” porque queremos decirle a Jesús que nos salve, que nos libere de tantas ataduras y situaciones de pecado en las que nos vemos inmersos, y de las cuales en ocasiones nos cuesta bastante trabajo salir. Constantemente necesitamos la ayuda de Dios, queremos reconocer que sin Él no somos nada y estamos abocados a la perdición. Hoy Domingo de Ramos queremos decir también: “Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mc 11, 9), porque necesitamos, también, “bendecir” a Cristo, hablar bien de Él, por tantas gracias y regalos como nos concede, porque queremos compartir todo lo que hace por nosotros y cómo da sentido a nuestro caminar, a nuestra propia vida.
Es Viernes de Dolores
Es Viernes de Dolores, Viernes de Pasión. Nos adentramos en las puertas de la Semana Santa con el deseo de acompañar a Jesús en su Pasión, Muerte y Resurrección, pero sobre todo con que nos toque el corazón de una manera especial, transformando y cambiando nuestras vidas. Es el paso de Jesús y también puede ser tu paso, el salto definitivo del hombre viejo al nuevo, la llamada que Jesús te hace. ¿Eres fiel a Cristo? ¿Has dado pasos durante esta Cuaresma que te han acercado más a Dios? ¿Cómo vives tus actividades cotidianas? Es necesario dar pasos para no quedarse estancados, para que puedas decir que Cristo vive en ti, que eres reflejo de lo que vives y experimentas en tu oración personal con Él. Es Viernes de Dolores y es tu oportunidad. No la desaproveches porque el Señor Jesús, una vez más, está pasando delante de ti para invitarte a seguirle, a quitarte las máscaras, la ropa vieja que llevas… porque quiere renovarte, hacerse más presente y fuerte en tu vida y ayudarte a que tu conversión sea definitiva.
Entregarse a Dios
«Procura con toda diligencia presentarte ante Dios como digno de aprobación, como un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que imparte con rectitud la palabra de la verdad» (2 Tim 2, 14).
Jesús es el camino
Jesucristo es el único camino que nos conduce a la felicidad que no tiene fin. Todas las demás apariencias de felicidad que nos ofrece el mundo son perecederas. Seguramente que en lo profundo de tu corazón está el deseo de querer encontrarte con el Señor, de tenerle siempre presente, de no olvidarte nunca de Él, de dar testimonio a los demás de lo importante que es para ti, de actuar siempre en su nombre, movido y motivado por el amor que en ti ha suscitado. Jesús es el camino, ha dejado bien claras sus huellas para que le puedas seguir, bien señaladas e imborrables, porque Jesucristo está vivo. Por desgracia, son muchas las ocasiones en las que no vemos con claridad al Señor Jesús, no le reconocemos caminando a nuestro lado, como les ocurrió a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 11-34), aunque ardían sus corazones. Nuestra mirada se enturbia y se cansa por los desencantos, agobios, sufrimientos… de la vida, que hacen que miremos a otro lado y que pasemos de largo, porque no nos damos cuenta de que el Señor nos está llamando y quiere que nos paremos a descansar en su corazón lleno de amor.