Hay veces que nuestro camino se hace demasiado cuesta arriba. La vida nos marcha bien, hasta que de repente nos llegan sorpresas inesperadas que nos hacen reaccionar, tanto para bien, como para mal; según nos pille y dependiendo del ánimo con el que nos encontramos, reaccionamos mejor o peor. Cuando se tratan de dificultades y sufrimientos, experimentamos el peso de la vida, de los problemas, y nos creamos una coraza que se interpone entre cada uno y lo que nos rodea, para hacernos fuertes, impenetrables; lo que pasa es que por mucho que queramos resistir, hay veces que el sentimiento de culpa, impotencia, desazón y desánimo pueden más dentro de nosotros mismos, y terminan haciéndonos más daño del que quisiéramos. Afrontar los problemas y dificultades no resulta para nada sencillo, pero es ante la adversidad donde tenemos que superarnos para no sucumbir al desaliento y así podamos encontrar la fuerza y la manera de salir adelante.
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¿Eliges a Dios desde tu libertad?
¡Qué hermoso es contemplar cómo Dios actúa en las personas! Compartir la misma fe, tener experiencias profundas de Dios nos acerca a los demás. Basta con hablar de tu experiencia de fe para ver cómo el Señor te une al corazón de los que creen y viven como tú, o al menos lo intentan, procurando mantenernos fieles a Dios poniendo en práctica el Evangelio en nuestra vida. Nada pasa desapercibido a los ojos del Señor, que nos conoce y escruta nuestro corazón día a día. Hablar desde la fe es hablar desde el corazón, estando dispuesto a transmitir todo el amor que Jesús te ha regalado, que es mucho. Por eso cuando uno habla desde el amor de Dios, no hace falta esforzarse para convencer, porque todo fluye por si solo, y la sintonía que se crea con los hermanos que comparten tu misma fe es especial, porque viene dada por Dios, y todo lo que viene de Él, bien sabemos que es muy bueno.
Habla de Dios
«Es bueno darte gracias, Señor, y cantar a tu nombre; proclamar por la mañana tu misericordia y tu fidelidad cada noche» (Sal 92, 2). Dios hace maravillas en nuestra vida y somos testigos de ello. Podemos constatar cómo es capaz de cambiar la vida de las personas y tocar su corazón. Y lo puede hacer a través tuyo, porque eres instrumento de Dios, capaz de llegar al corazón del que tienes al lado.Es una experiencia hermosa de fe y así lo ha querido el Señor Jesús, mandándonos a compartir la Buena Noticia y pidiéndole a los apóstoles y a nosotros, que la llevemos allá donde nos encontremos y hagamos grandes signos en su nombre. Si quieres llevar la Buena Noticia, no has de tener miedo a hablar de Dios en tu vida y a manifestar allá donde te encuentres tu fe en Él.Dios dice siempre algo al ser humano a través de cada acontecimiento y es bueno saber interpretarlo; la gracia de Dios y el discernimiento te ayudarán a ello, para que tu respuesta sea auténtica y puedas llegar al corazón del hermano.
La aventura más maravillosa que puedes vivir
Siempre hay algo por hacer, por vivir y por descubrir. Nuestro conocimiento no tiene fin y mucho más si lo vivimos desde la fe, desde el acercamiento que queremos tener con Dios. Ninguno de los esfuerzos que realizamos con el corazón y en el nombre del Señor quedan sin recompensa. Hay veces que no vemos los frutos a nuestros esfuerzos, pero te aseguro que Dios no los deja sin premio. Dar sentido a todo lo que realizas es necesario para entrar en la dinámica del Señor y poder entregarte con toda tu alma al Evangelio y a hacerlo realidad en tu vida y en las vidas de los que te rodean. Hay veces que nuestra visión es tan corta que no vemos más allá de nosotros mismos; somos muchas veces esclavos de nuestras prisas, de nuestros quehaceres cotidianos, de nuestras propias distracciones que hacen que convirtamos nuestra vida en una rutina y perdamos nuestro tiempo en acciones y actitudes banales y carentes de sentido.
Saber pedir perdón
Todos necesitamos el perdón en nuestra vida; perdonar y ser perdonados. Nos hace mucho bien porque nos libera y nos permite hacer más grande nuestro corazón. Hay veces que nos cuesta demasiado trabajo pedir perdón a las personas que hemos ofendido. El orgullo nos hace un flaco favor, porque nos endurece y crea distancias aparentemente insalvables con los demás. No te dejes llevar por él, pues a la larga te hace bastante daño y no te deja vivir desde el espíritu de la humildad y sencillez que te pide Jesús en el Evangelio. Si de verdad quieres llegar a amar de verdad, sé capaz de perdonar.
Escucha, Dios te llama
Dios te llama, ¿no lo oyes? A lo largo de tu día a día y de toda tu vida te está hablando, llamando por tu nombre para que escuches con atención todo lo que tiene que decirte. Lo que primero te quiere decir es que te ama, que te ha dado la vida para hacerte sentir la persona más feliz del mundo; que entregó a su Hijo Jesús en la cruz para mostrarte el camino que tienes que seguir para llegar hasta Él. Presta atención a todo lo que te está diciendo para que no te desvíes ni despistes; para esto tienes la Palabra de Dios, para encontrar la respuesta que necesitas en cada momento de tu vida, y para que te sientas iluminado por ella cada vez que tienes que tomar una decisión importante. Dios se comunica contigo de una manera clara y sencilla. Cuanto más hables con Él mejor entenderás todo lo que tienes que decir. Si dejas que Dios sea para ti un desconocido, más trabajo te va a costar dar sentido a todo lo que tienes que realizar.
Transforma tu entorno
Lo que ocurre a tu alrededor debe importarte. Sería equivocado pensar que no va contigo porque no es responsabilidad tuya o porque no tienes nada ver con lo que está ocurriendo. Jesús nos enseña y nos pide que nos impliquemos, que tomemos partido ante lo que acontece en nuestro entorno, que no nos dejemos llevar por la indiferencia o por la comodidad que no compromete nuestra vida. Echar balones fuera siempre es lo más cómodo y lo que nos permite vivir más tranquilos, pensando en lo nuestro y olvidándonos de los demás: porque ya son suficientes nuestras preocupaciones y agobios como para tener que preocuparnos por las de los demás; porque no tenemos tiempo para nada, siempre nos falta para hacer nuestras cosas; porque como a mí no me afecta que cada uno busque sus propias soluciones.
Experiméntalo sin excusas
La fe mueve montañas y la ilusión hace que todo lo vivamos con alegría y esperanza, dejando de lado todo lo que es destrucción y falta de compromiso. A veces escucho a personas justificarse, disculparse y echar balones fuera ante la falta de compromiso, adornando con medias verdades los análisis de la realidad que tratan de enmascarar lo que no comparten y no creen. El Señor Jesús llamó a los discípulos y les dijo que serían pescadores de hombres. Ellos se lo creyeron y dejaron las redes con todas sus consecuencias, y aunque su camino no fue fácil y estuvo lleno de algún que otro momento de tensión, de miedo y duda, siguieron al Maestro y se dejaban tocar cada día su corazón por Él. Por eso no claudicaron y entregaron su vida al Reino de Dios, porque el Amor por Cristo era tan grande que la duda no se hizo fuerte y su vida personal dejó de estar en un primer plano.
Entrenar con Dios
Solemos ser más exigentes con los demás antes que con nosotros mismos porque nos resulta más fácil ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el nuestro. Hay veces que los defectos de los demás resaltan más que los nuestros propios, y todo lo que nuestros esquemas y mentalidad nos condiciona sobre nuestras actitudes, hace que seamos injustos con los hermanos porque se nos olvide mirar en nuestro interior para descubrir que también nosotros somos humanos y nos equivocamos porque no somos perfectos. En este aspecto, la humildad nos ayuda a mirar en nuestro interior, a ser más prudentes y no dejarnos llevar por los impulsos, teniendo así más tacto con el prójimo.
Actuar por amor
Actuar por amor. Es uno de los principales retos que tenemos cada día. Son muchas las situaciones en las que nos encontramos tentados de cumplir, no comprometernos, pasar de largo, abandonarnos… y que apagan ese ardor de nuestra alma por ser fiel al mandamiento del amor que nos dio Jesús. Actuar por amor es exigente, mucho más cuando tenemos algún desencuentro con las personas que nos rodean y no somos capaces de perdonar ni de practicar la misericordia en su plenitud. Los corazones comienzan a distanciarse y, por tanto, la actitud de servicio y de amor no sale con la misma frescura que cuando estamos totalmente unidos al hermano. La falta de diálogo hace que muchas veces nos dejemos influenciar por actitudes y medias palabras que a veces mal interpretamos y que hacen que nos lleguemos a imaginar lo que no es o a pensar más de la cuenta, dejando que pase el tiempo y cerrándonos al diálogo fluido que anteriormente hemos podido tener con el otro.