Cuando un tren pasa ya no vuelve atrás. Son muchas las oportunidades que dejamos pasar a lo largo de nuestra vida, que nos ayudarían a vivir de una manera más comprometida y auténtica, siendo más fieles a nuestros principios e ideas. Cada vivencia va marcando nuestra vida, unas más profundamente y otras menos. Todo lo que hacemos va dejando su huella en nuestro camino y hemos de procurar que esas huellas nunca se borren ni se pierdan, sino que dejen una clara impronta de lo que somos y vivimos. Todos damos valor al esfuerzo, por muy pequeño que sea; valoramos nuestro esfuerzo y la dedicación que damos a nuestros compromisos. En ocasiones, para seguir adelante, necesitamos constatar que nos encontramos caminando en la dirección adecuada y que los esfuerzos que estamos realizando no son en vano. Dios no nos cuestiona porque nunca se pone a la defensiva, siempre disculpa, perdona y da nuevas oportunidades; no se cansa de perdonarnos ni de ser paciente.
vida
Compartiendo todo lo que tienes
¡Qué bien nos sentimos cuando compartimos lo que tenemos! No solo es un acto de generosidad, sino es donar por amor lo que eres, toda tu persona. En ella incluimos lo material, lo que es nuestro y que de manera gratuita ponemos a disposición de quien tenemos al lado. Cuando actuamos de corazón entregamos todo lo que somos y tenemos; somos felices cuando ayudamos y servimos al otro porque esa es nuestra esencia como seres humanos y cristianos: darnos a los demás.
Necesitamos abrir el corazón sin reservas. Siempre hay algo que nos reservamos para nosotros mismos y que no entregamos a los demás. La dimensión de la autenticidad de nuestra entrega depende del corazón que pongamos en lo que vivimos cada momento. Entregarse sin reservas es abrir el corazón a nuestros anhelos más profundos, mostrándonos tal como somos. Así seguiremos los mismos pasos de Jesucristo, que habló abiertamente en todos los lugares en los que estuvo y no se dejó nada por decir, a pesar de que muchas veces pueda convertirse nuestra autenticidad en una denuncia para la forma de vida de quienes nos rodean: «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho» (Jn 18, 20-21). Fueron las palabas que dijo Jesús delante del sumo sacerdote cuando le arrestaron.
Deja que Dios actúe en tu vida
Hay veces que la razón puede más que la fe. Llega a bloquearnos y angustiarnos en los momentos en los que no entendemos las cosas. Afrontar el sufrimiento es muy duro y el buscar respuesta a tantas preguntas, a veces incontestables, llegan a provocarnos un dolor más grande y una impotencia aún mayor. La tristeza se hace poderosa en nuestra vida y hace que bajemos los brazos totalmente invadidos por la amargura que nos invade. En momentos así hay que agarrarse a la esperanza y no dejar que sucumba ante la dureza de la vida. La resignación y la decepción comienzan a hacerse presente, fruto del poder que hemos concedido a la frustración, que se traduce en las preguntas sin respuesta y en que nuestra razón no llega a entender porqué la vida es tan injusta. Somos seres humanos, las emociones influyen fuertemente en nuestra vida y son capaces de llegar a dominarnos en muchas situaciones. En momentos así es más fácil entrar en la desesperación que en la esperanza cristiana. Es más fácil dejarse llevar por la razón que agarrarse fuertemente a la fe. La duda crece y ante el dolor que proporciona por la falta de respuestas hace que, incluso sin querer, la fe comience a debilitarse y tambalearse.
Desechar la rutina
Que la rutina no apague tu deseo de vivir, de sorprenderte y de saborear lo que haces cada día. Levantarse cada día es un reto para dar lo mejor de ti mismo y encontrar el verdadero sentido a todo lo que tienes que hacer en tu vida, especialmente cuando eres capaz de amar dándolo todo. No seas víctima de tu propia rutina, porque te irás sumergiendo en un pozo de oscuridad, desgana y desmotivación total. No pierdas la inspiración, no dejes que la rutina la apague y te sumerja en el vacío de la mente y del corazón. Vacío de la mente porque dejas de pensar y de interactuar con los demás aprendiendo y disfrutando de quienes te rodean; si estás más tiempo en las redes sociales que hablando con quienes te rodean empieza a cuestionarte que la rutina te está haciendo daño, porque te impide mirar a tu alrededor y compartir con los demás la belleza de la amistad, de la entrega, del servicio, del ser partícipe de sus vidas, del escucharles y ponerte en su lugar para acompañarles en sus alegrías y en sus penas. Y vacío en el corazón porque perdemos la capacidad de emocionarnos, de ser sensibles a las necesidades de los demás, de amar de verdad dedicándole toda tu persona y poniendo el corazón en todo lo que haces; no se trata de afectividad, se trata de valores y de creencias que nos llevan a actitudes muy concretas en la vida y que nos pone siempre ante los demás abiertos y bien dispuestos a hacer lo que haga falta por el otro, incluso si fuera necesario dar la vida por el hermano, siguiendo los pasos de Cristo.
Gente buena
¡Cuánta buena gente la que nos rodea! Lo sabemos y lo comprobamos cada día. No hace falta irse muy lejos para encontrarla. Basta con echar una mirada a nuestro alrededor y descubrir que son muchas las personas que a nuestro lado tienen un corazón generoso, dispuesto a todo, solidario para ayudar en lo que sea necesario. Todas las personas somos capaces de sacar lo mejor que tenemos dentro. ¿Quién saca lo mejor de ti? Seguro que constantemente lo experimentas, te sorprende y te agrada tener a tu lado buenas personas, que con su bondad te alegran el corazón. En este mundo lleno de máscaras, las personas buenas no las necesitan, les sale de manera natural, no tienen que fingir nada porque por todos los poros de su ser desbordan de buenas acciones, sentimientos y detalles que calan y muy hondo.
Qué poco hablamos de la oración
Qué poco hablamos de la oración. Muchas veces me da la sensación de que es un tema tabú. La que mantiene viva nuestra fe, la que nos permite hablar y dialogar con el Señor, la que nos ayuda a tomar conciencia del gran amor que Dios nos tiene, la que nos salva en los momentos de dificultad, la que siempre nos da esperanza y fortaleza… es la gran olvidada en todas las conversaciones e historias que tenemos que contar los hombres. “Lo esencial es invisible a los ojos” nos dice Antoine de Saint-Exupey en “El principito”. Da sentido y fundamento a nuestra vida, pero no podemos ni debemos permitirnos el hecho de dejarla en el olvido. Lo que nos da verdadera identidad cristiana y nos sostiene en los momentos de dificultad no podemos silenciarla ni dejar de darle la importancia que se merece. Debemos hablar de la oración y compartir nuestra experiencia de fe desde lo que el Señor nos dice en lo escondido, donde sólo Él lo ve todo (cf Mt 6, 6).
¿Qué quieres que haga por ti?
Cuántas veces queremos y no podemos. Son muchas las situaciones de nuestro entorno que nos gustarían cambiar para que todo marchara mejor; para que las personas que nos rodean fueran más felices; para que todos pudiésemos vivir en las mismas condiciones e igualdad de oportunidades; para que cesen las injusticias y las divisiones entre los hombres. A veces contemplamos con resignación e impotencia lo mal que van las cosas, la pobreza y la debilidad del ser humano, que llega a cometer verdaderas barbaridades y ser cómplice de la injusticia. Por el deseo de acaparar, de ser y tener más, el ser humano no pone fin a su egoísmo ni a su deseo de poder. No utilizar a las personas para los propios fines es un acto de generosidad que engrandece a las personas, especialmente a las que tienen mayores puestos de responsabilidad.
Dios te ha elegido
No lo dudes, Dios te ha elegido para que hagas cosas grandes en su nombre. Siéntete elegido por Él para transmitirle en todo lo que hagas. Ya se que a veces no es fácil, porque son muchas las situaciones que te rodean y que acallan a Dios. De eso se encarga muy bien el ruido que te envuelve, las voces que hay a tu alrededor y dentro de ti. Hoy en día cuesta trabajo hacer silencio, siempre necesitas algo que suene cuando estás solo: música, radio, televisión…, con tal de no escucharte a ti mismo. Que esto no sea un impedimento para no oír su voz, para no abrirle tu corazón y entender con claridad cuál es tu misión, qué es lo que el Señor espera de ti.
Olvidar el pasado
Hay veces en las que nos cuesta trabajo hablar de nuestro pasado, recuerdos, …., porque preferimos no tocarlos, para no removerlos, para que no nos hagan sufrir ni amargar más, porque fueron experiencias difíciles de afrontar. Quizás haya cosas que nos han ocurrido que nos gustaría olvidar para siempre de nuestro recuerdo. Son muchas las ocasiones en las que el pasado nos golpea con fuerza y deseamos con toda nuestra alma que se borre de nuestro pensamiento para siempre.
Ten deseos de Dios
Todos tenemos deseos en nuestra vida. Unos son buenos y nos hacen más personas, y otros no son tan buenos y nos hacen daño en nuestro corazón y en nuestra espiritualidad. Es muy importante conocer bien las motivaciones que cada uno tiene para descubrirte personalmente y seguir creciendo y avanzando en el camino de la vida. Conocerte a ti mismo y saber cuáles son tus anhelos más profundos te ayudarán a encontrar las motivaciones más adecuadas y a tomar las decisiones correctas a la hora de emprender tus empresas personales.
Sé consciente de la realidad que te rodea, de sus circunstancias y de la manera en las que has de afrontarlas. Busca tu mejor relación con el Señor, para que puedas hacer realidad tus propósitos. Para ello es necesario que hagas examen de conciencia que te ayude a revisar tu vida, cuáles han sido tus hábitos y las tentaciones a las que te has visto sometido. Son muchas las personas que tenemos malos hábitos y en ocasiones no somos conscientes de ellos, porque los hemos hecho forma de vida.