Ninguno nacemos con todo aprendido. Tenemos que esforzarnos por aprender desde pequeños, mucho más si hay algo que queremos hacer y requiere mucho trabajo y esfuerzo, para llegar a dominarlo perfectamente. Seguro que conoces a personas que necesitan más esfuerzo que otras para llegar a sus objetivos. Son personas trabajadoras, perseverantes, insistentes en lo que se proponen y eso suple otras carencias que no tienen. Necesitamos tener sueños e ilusiones que nos permitan superarnos; necesitamos imposibles que nos ayuden a seguir creciendo, madurando, avanzando en nuestra vida, para que vayamos adquiriendo capacidades que en un principio no tenemos y que a base de trabajo y espíritu de superación, llegamos a dominar perfectamente. Quizás, a veces, discriminamos a los demás por su apariencia, porque no poseen cualidades que nosotros consideramos necesarias y que no tienen, pero gracias a las ganas de superarse, a su actitud y al trabajo bien hecho van dando pasos que los convierten en personas más maduras y auténticas.
vida
Una gota de fe (mi experiencia en Medjugorje)
Bien sabemos que la vida es un camino lleno de buenos y malos momentos. Solemos decir que la vida es un peregrinaje, donde vamos avanzando hacia la meta, hacia nuestro encuentro con Dios. Queremos que nuestra vida esté llena de momentos de felicidad y de alegría, aunque también tenemos que contar con las dificultades que nos vienen, algunas nos las buscamos nosotros, otras nos vienen solas, sin pedirnos permiso por si nos vienen bien o no. Cada uno iniciamos nuestros caminos y nos vamos rodeando de las personas con las que queremos compartir nuestro camino. Buscamos ante todo la felicidad, la suya y la nuestra; constatamos que hay personas que con menos esfuerzo son más felices que otras; otras en cambio tienen que emplear más energías en conseguir tan ansiado regalo; también constatamos con inmensa tristeza la infelicidad que muchas personas, algunas cercanas a nosotros, viven porque en su camino las cosas les resultan más difíciles y no les salen como les gustaría.
La voz de Dios
Estamos llenos de voces que nos interpelan, juzgan, entretienen…, y van llenando nuestra vida. Piensa por un momento cuántas voces escuchas todos los días y de dónde te llegan cada una de ellas; piensa en el tiempo que inviertes en escucharlas, las energías que utilizas y el beneficio que te aportan en tu vida.
Por experiencia sabemos que hay personas que nos enriquecen y personas que son tóxicas en nuestra vida, y no aportan nada, salvo negatividad, siempre quejándose, juzgando, criticando y destruyendo lo que hay. Con estas personas hay que ser pacientes y amarlas, aunque no podemos dejar que nos quiten la paz y el deseo de mejorar, caminar, avanzar. Reza por ellas, para que con la ayuda del Señor puedan cada día aprender a mirar la vida con la mirada del Señor del amor, que siempre construye y edifica la casa sobre la Roca.
Junto a los amigos del Señor
Sentimos la necesidad de compartir nuestras experiencias, sentimientos y vivencias con las personas que tenemos a nuestro lado. Para ello necesitamos cultivar la confianza a través del diálogo sincero que nos ayude a profundizar en nuestras relaciones personales, abriendo nuestro corazón sin ningún tipo de reserva y dejando que nuestras vivencias sean las que enriquezcan nuestras relaciones personales con los demás. Todos tenemos personas con las que podemos hablar sinceramente y que nos hacen sentir bien, pues somos escuchados, comprendidos y queridos. Estas personas son imprescindibles en nuestra vida pues nos ayudan a crecer, a vivir la amistad y el amor de una manera mucho más profunda. ¡Qué hermoso es tener personas que saquen lo mejor de ti en cada momento! Así nos sentimos más felices y realizados en nuestro caminar cotidiano.
Reanima, renueva, revitaliza y reafirma.
Dios siempre tiene algo nuevo que ofrecernos. Nos habla cada día para que en nuestra vida de fe no desfallezcamos, no nos perdamos ante lo que el mundo nos oferta. Son muchos los caminos que podemos tomar, pues la sociedad nos bombardea a cada momento para que la elijamos a ella y nos sumerjamos en su mundo, lleno de consumo, individualismo, falta de amor al prójimo, comodidades y facilidades. A la sociedad le interesa que no pensemos, que no tengamos momentos de reflexión para que así evitemos pensar y recapacitar sobre lo que estamos viviendo y nos está diciendo, pues bien sabe que lo más le favorece es que tengamos nuestra conciencia adormecida y no pongamos ningún filtro que nos haga tomar otro camino distinto al que nos propone. El único filtro que nos deja utilizar es el de las fotografías y vídeos, para que podamos vernos mejor en aquello que compartimos en las redes y así nos sintamos verdaderamente bellos, dejando a un lado la belleza del alma, que nos permite tomar conciencia de lo que estamos haciendo.
La inmensidad de Dios
(Foto de Titina Suárez)
¡Qué hermoso es poder contemplar y admirar la Creación! Si de algo me doy cuenta es que somos insignificantes ante la grandeza del universo y del mundo en el que vivimos. Contemplar un paisaje, la luna llena sobre el mar, el horizonte, ver un amanecer o una puesta de sol… son momentos tan hermosos que te llevan a mirar al cielo y dar gracias a Dios por tanta belleza. Y al rezar tomas conciencia de que Dios ha creado todo esto para que tú lo contemples, te recrees, le bendigas y le alabes por lo grande y bueno que es. Si de algo estoy convencido es que Dios muestra su inmensidad y grandeza en lo sencillo, humilde y pequeño. Si quieres vivir tu fe y afrontar todo lo que la vida te trae, es necesario que conozcas a Dios, porque comprender la inmensidad de Dios no es tarea fácil para una mente tan pequeña como la humana, donde tantas cosas se nos escapan y nos cuenta trabajo entender.
¡Volver a vivir!
Cuando éramos pequeños teníamos una serie de metas y propósitos, por ejemplo, que llegase el fin de semana para irnos a jugar al parque, con los amigos, a ver a los abuelos, irte con los amigos al banco de la avenida para pasar allí la tarde… esas simplicidades que eran tan importantes para nosotros en las que invertíamos todas nuestras energías y donde nos lo pasábamos tan bien que decíamos que éramos muy felices. Con el paso del tiempo los deseos han ido cambiando y vamos viendo que lo que antes para nosotros era tan importante, hoy quizás lo es menos, excepto cuidar a la familia y a los verdaderos amigos.
¿Qué es lo que te hace feliz? Hay veces que te pones a pensar en ello y no te llena nada, te das cuenta que la felicidad parece mucho más complicada de lo que pensabas cuándo eras más pequeño. Esperas unas vacaciones y cuando te das cuenta ya han pasado, y no sólo eso, sino que incluso parece que estás peor que antes de irte. Todo un año esperando y pensando en ellas y en lo feliz que vas a encontrar, que al menor contratiempo parece que la felicidad se evapora. A veces da la sensación que la vida se nos escapa de las manos intentando buscar esa felicidad que no encuentras. Te acuestas, te levantas, un día y otro, pensando y pensando, convirtiendo los días en rutinas y monotonías que hacen que no saboreemos la vida como se merece.
A mi grupo Emaús
Decía el Papa Emérito Benedicto XVI en la Eucaristía de Cuatro Vientos en la JMJ de Madrid 2011 que la fe no hay que vivirla por libre sino en comunidad. Que no podemos ser individualistas y construirnos una religión a nuestra medida, sino vivir en grupo, con una referencia clara y concreta dentro de la Iglesia. Si queremos ser discípulos de Jesús hemos de seguir sus pasos y estar dentro de una comunidad, como los apóstoles, a los que fue llamando uno por uno; con mucho amor y paciencia los fue enseñando y acompañando; tuvieron momentos de intimidad donde les explicaba la Palabra de Dios y pudieron contemplar con sus propios ojos los milagros que el Señor hacía ayudando a los más necesitados. Todo se dio dentro de la comunidad, lugar de vida, compromiso y entrega diaria.
Cantar las maravillas del Señor
Crecer en la ilusión, crecer en la fe y poder compartirla. Es todo un camino que merece la pena a pesar de las dificultades con las que te puedes encontrar. No te rindas, no te dejes llevar por la pereza o por la comodidad que tanto daño hacen a nuestro crecimiento personal. La vida está llena de muchos momentos y casi siempre somos conscientes de ellos cuando los estamos viviendo, especialmente cuando las etapas son duraderas. Hay etapas en las que no nos encontramos en nuestro mejor momento y otras en las que tenemos un deseo enorme de hacer grandes cosas. Lo importante es que de todo saques una enseñanza para tu vida que te ayude a dar lo mejor de ti a los demás.
Conviviendo con amor
Nos encanta vivir con las personas que amamos y siempre estamos dispuestos a dar la vida por ellas si fuera preciso. Si tuviéramos que definirlas seguramente todos diríamos que para nosotros lo son todo, que son importantísimas en nuestras vidas. Seguramente añadiríamos que somos felices con ellos pues lo más grande que nos ha regalado el Señor es nuestra familia.
Pero no todo es perfecto en nuestra vida familiar. Nuestro día a día no está exento de ciertos roces, cambios de humor y multitud de sentimientos que van y vienen. Somos seres humanos y hay muchas veces que entendemos perfectamente a los demás y otras no. Cuando surgen las desavenencias hay muchas veces que decimos al otro: “¡No te entiendo!” Porque a menudo se cometen los mismos fallos, se hacen los mismos gestos, se repiten las mismas actitudes o las manías se agudizan más. Hay que hacer un acto de paciencia, contar hasta diez si fuera preciso, y saber contenerse para no desesperar.