Todos tenemos deseos en nuestra vida. Unos son buenos y nos hacen más personas, y otros no son tan buenos y nos hacen daño en nuestro corazón y en nuestra espiritualidad. Es muy importante conocer bien las motivaciones que cada uno tiene para descubrirte personalmente y seguir creciendo y avanzando en el camino de la vida. Conocerte a ti mismo y saber cuáles son tus anhelos más profundos te ayudarán a encontrar las motivaciones más adecuadas y a tomar las decisiones correctas a la hora de emprender tus empresas personales.
Sé consciente de la realidad que te rodea, de sus circunstancias y de la manera en las que has de afrontarlas. Busca tu mejor relación con el Señor, para que puedas hacer realidad tus propósitos. Para ello es necesario que hagas examen de conciencia que te ayude a revisar tu vida, cuáles han sido tus hábitos y las tentaciones a las que te has visto sometido. Son muchas las personas que tenemos malos hábitos y en ocasiones no somos conscientes de ellos, porque los hemos hecho forma de vida.
Tu relación con Dios influye, tanto para bien como para mal, en otras metas y propósitos a los que quieras llegar en tu vida. No olvides que Dios se revela en todas partes, y como nos dice Jesús en el Evangelio: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá» (Mt 7, 8); por eso, todo el que tiene alguna iniciativa hacia Dios, nunca se queda sin recompensa, obtiene el fruto deseado y perseguido. Que ni el tiempo ni las prisas sean un motivo para el desencanto. Las cosas llegan cuando el Señor lo estima. Ten claro que la impaciencia es incompatible con la paz y la serenidad. Si eres impaciente terminarás perdiendo estas últimos.
Está claro que has de respetar los procesos del Señor, como Él respeta los tuyos. Cuando estás “desconectado” de Dios, Él siempre está esperando a que vuelvas. Es paciente con el hombre, con cada uno. Bien es cierto que a todos nos gusta ver los frutos de nuestro esfuerzo y constatar que lo que estamos haciendo tiene su recompensa. Hay veces que las cosas no marchan como nos gustarían, que esto no sea para ti motivo para perder la ilusión y la motivación. Abandonarse en Dios es la clave, para que tus ilusiones las puedas hacer realidad. Déjale actuar, no te interpongas, porque no está ausente ni callado, aunque te lo parezca. Hay veces que los silencios de Dios son necesarios en nuestra vida, porque así nos obliga a encontrarnos con nosotros mismos y desnudarnos ante nuestra propia conciencia, para ver cuáles son las acciones que debemos emprender en nuestro camino de conversión.
No permitas que el desánimo, la apatía y la dejadez entren en tu vida. Apártalos con todas tus fuerzas, para que tus motivaciones no se vean afectadas. Aunque piensas que has fracasado no es así. Elimina esta palabra de tu vocabulario, porque es una oportunidad nueva que se te concede para aprender. No te atormentes en ellos, porque sino no podrás mirar hacia delante; no mires al pasado, no tengas miedo a volver a intentarlo, aunque te suponga un esfuerzo más grande. Con la ayuda de Dios lo conseguirás, porque el Señor fortalecerá tu fe para que sigas dando pasos hacia delante y de nuevo mires tu futuro con esperanza.
Si algo nos enseña Jesús, es a no dejarnos vencer. Sino mírale con la cruz a cuestas y cómo a pesar de las caídas se levantó para llegar al final. Así también te puede ocurrir a ti. cuando tienes clara tu vocación, tu meta, es más fácil renovar las ilusiones y motivaciones que te ayudan a seguir hacia delante. Mírate cada día en Él, siempre está dispuesto a ayudarte, cuando con fe se lo pidas. Ten claro lo que le pides, porque es necesario que Cristo entre en tus anhelos más profundos y los envuelva de su presencia. Hay que ser valiente para ello, porque te va a pedir dar saltos al vacío que se escapan de tu control. Con la oración renovarás tus ilusiones y motivaciones y verás cómo en tu vida todo es distinto. Ten deseos de Dios.