Caminar con determinación y sentirte seguro de ti mismo. Todos queremos sentirnos así siempre en nuestra vida, aunque por experiencia sabemos que cuesta trabajo y que no es una empresa fácil, más bien todo lo contrario porque ser auténtico y no flaquear en tus propósitos y deseos cuesta trabajo. Es necesaria tener una voluntad férrea que te permita ser fiel a ti mismo sin bajar la guardia ni dejarte seducir por lo que el mundo y quienes lo componen te ofrecen. Esta voluntad hay que entrenarla cada día y no puedes permitirte ningún desliz que te haga retroceder, porque rápidamente lo conseguido se pierde, casi sin darnos cuenta. Si quieres ser auténtico y coherente has de aprender a dominar tu propia voluntad y a fortalecerla en cada vivencia que se presenta en tu vida.
La comodidad, el camino fácil, la pereza… siempre van a estar ahí al acecho, rondando tus pensamientos, dándote multitud de razones para que ceses en tu empeño y para que te dejes llevar. Te justificarás y encontrarás muchas excusas cargadas de buenas razones que te van a ayudar a vivir el momento y dejarte llevar. Pero en el fondo sabes que te estás engañando, que este no es el camino. Piensa que la palabra que tú te das tiene mucho valor. No te traiciones a ti mismo cada vez que te propones algo y no lo cumples por pereza, desidia o cualquier otra excusa. Tu palabra tiene que ser importante para ti y eso te ayudará a seguir avanzando y creciendo interiormente, porque en tu propia vida sigues llamando a cada cosa por su nombre.
¿Cuándo has dejado que el Señor entre a formar parte de tu vida? ¿Cuentas con Él siempre o solo cuando te interesa? Si realmente quieres que Dios sea el centro de tu vida has de mantenerte firme en tu fe y en tu voluntad para poner en práctica todo lo que te propongas. Procura fortalecer cada día tu identidad cristiana para que tu contacto con Dios sea cada vez más estrecho y fluido; esto te permitirá adherirte más fuertemente a Cristo y comprender mejor lo que el Señor te va pidiendo. Siempre tendrás tentaciones de querer mirar para otro lado o incluso apartarte del camino, aunque sea solo un momento y te digas a ti mismo que controlas perfectamente porque te conoces muy bien. No te fíes ni siquiera de ti mismo en este aspecto, porque es ahí donde comienzas a debilitarte y a dejar muchos resquicios para que la tentación se haga más fuerte y comience tu camino hacia la debilidad.
Jesús nos invita en el Evangelio a ser fuertes y mantenernos firmes: «Permaneced en mi y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mi» (Jn 15, 4). La unidad con Dios y el alimento que nos da es clave para que podamos perseverar y seguir fortaleciendo nuestra fe cristiana. Al igual que el sarmiento da fruto si permanece unido a la vid, lo que haces y cómo vives son también los frutos de tu estilo de vida cristiano que quieres vivir cotidianamente y que está en ti el fortalecerlo y perfeccionarlo.
Ayúdame, Señor, a estar siempre cerca de ti.
Que tenga fuerza de voluntad y espíritu de sacrificio para seguir tus pasos y vivir el Evangelio en plenitud.
Dame, Jesús, un buen discernimiento para elegir bien cada día y no apartarme de tu lado.
Tú eres la vid y yo el sarmiento, que esté siempre unido a ti para dar mucho fruto en tu nombre.