Imitar a Cristo es un gran reto, parece inalcanzable, porque no somos perfectos y estamos llenos de pecado. Pensar y creer que es imposible es limitar nuestra fe y empobrecernos como creyentes, porque las metas y propósitos que nos propongamos deben ser lo más altas posibles. Quedarnos en una aspiración pequeña y en retos poco exigentes es debilitar nuestra propia fe, porque nuestra capacidad de exigencia se ve mermada y no avanzamos hacia la perfección, sino que seguimos retrocediendo en nuestras debilidades y haciéndonos más vulnerables, evitando así poder sumergirnos en la grandeza del Espíritu de Dios. El Señor te ha elegido a ti, te llama por tu nombre, conoce todo lo que llevas en tu interior, por eso es importante entregarse y amar a los demás, porque en la vida de fe, Dios siempre se presenta como nuestro Señor, que quiere ayudarnos en todo momento y dar sentido a nuestra a vida.
Que este tiempo de Cuaresma te ayude a vivir en la alegría y crecer cada día más todavía. La Cuaresma es un tiempo de gracia, una oportunidad para convertirse y avanzar en el camino de la fe, pues Dios nos posibilita entrar en el Reino de la luz y del gozo. Estas son palabras exigentes y que comprometen, principalmente porque en el Señor lo encontramos todo, para alcanzar las luces que anhelamos, dejando atrás las sombras y oscuridades que queremos dejar atrás en nuestra vida. Vivir en la luz y desear estar con el Señor es una bella experiencia de fe, dice el papa Francisco que estos días de Cuaresma “anuncian y realizan la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y toda la vida”. Y no le falta razón, porque hemos de poner todo nuestro corazón y toda nuestra vida para estar con el Señor. Hemos de superar la tibieza que hace que nos instalemos en una religión de mínimos y demos pasos mucho más serios que nos permitan vivir con mayor radicalidad nuestra fe, saliendo así de nuestra vida mediocre que refleja una falta de compromiso serio y que no pone en juego toda nuestra vida.
Reconoce en primer lugar que eres un pecador, que necesitas constantemente de la ayuda de Dios para avanzar. Debes preparar la profundidad de tu corazón. Limitarte a no comer carne este viernes de Cuaresma, dar una limosna y rezar un rato no es suficiente. La conversión supone un cambio de mentalidad para que puedas centrar tu vida en lo importante siguiendo los pasos de Jesús. El Señor se entregó y se sacrificó por amor. Por eso Dios te pide que cuides el ayuno, la oración y la limosna para que tu corazón se haga más grande y puedas amar más auténticamente a Dios y a todos. Así estas tres prácticas cuaresmales, “ALO” (ayuno, limosna y oración) serán un medio de santificación intensa que te permitirá crecer espiritualmente y profundizar en el Misterio de Dios. El “ALO” te ayudará a desprenderte de todo lo mundano, algo urgente de lo que debes salir, para que puedas experimentar el gozo diario del encuentro con Dios. Un encuentro que transforma, que te hace salir de ti y que te ayuda a avanzar en tu fe. Por eso la Cuaresma se debe convertir en un tiempo de esperanza y de alegría, porque la conversión te debe llevar a amar más y mejor a los demás. Es toda una aventura donde has de poner en el Señor todas tus fuerzas y energías, y sobre todo donde tienes la oportunidad de salir de ti mismo para donarte a los demás.
Si quieres un termómetro que te ayude a medir si estás viviendo de cara a Dios, piensa por un momento en el amor que entregas a los demás. ¿Eres capaz de amar a todos por igual? ¿Tienes rencor o algún resquemor con alguien en tu corazón? Porque el amor al hermano hace que pongas toda tu atención en el otro y te entregues de una manera desinteresada y total, buscando su bien y sanando sus heridas, como lo ha hecho el Señor Jesús. Deja que el amor de Dios penetre en tu interior para que en esta Cuaresma puedas experimentar en primera persona que es un tiempo de esperanza y de alegría.