Todos valoramos mucho nuestro tiempo y no nos gusta perderlo. Son muchas las actividades que diariamente hacemos y que vienen marcadas por el trabajo, las distintas responsabilidades familiares que tenemos, nuestras amistades, el ocio. Intentamos organizarnos lo mejor posible para que nos dé tiempo acudir a todo, aunque eso suponga tener que llevar un ritmo de vida bastante acelerado. Nos cuesta trabajo pararnos a contemplar lo que hay a nuestro alrededor. Hay muchos días que nos faltan horas y hay veces nos quedamos con la sensación de que no llegamos porque tenemos muchos frentes abiertos y no llegamos a todo lo que nos gustaría. Los días van pasando y hay ocasiones en las que decimos que la vida pasa demasiado deprisa, vamos pasando los días y hay veces que nos queda el sentimiento de que no avanzamos ni progresamos lo que desearíamos. Y es verdad que todo es cuestión de tiempo.
También decimos que no tenemos el tiempo suficiente para dedicárselo al Señor, porque estamos llenos de actividades. Cuidamos el físico, la imagen ante los demás, las relaciones personales con la familia y los amigos… y dejamos para el último lugar la relación con el Señor, porque a lo largo del día no podemos. ¿Y cómo llegamos al final de la jornada? Casi siempre cansados, y si nos ponemos a rezar nos vence el cansancio. ¿Cuántas horas o minutos o segundos tiene la semana? ¿Y no podemos sacar unos minutos o unas horas semanales para dedicárselas al Señor? Todo es cuestión de proponérselo, pues muchas veces lo que manifestamos son excusas para justificarnos.
Es hora de dar un giro a esta situación y de pararnos durante mucho tiempo delante del Señor para reflexionar y reorganizar nuestro tiempo, así nos lo dice el apóstol S. Pablo: «Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con el vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo». (Ef 5, 15-20).
Tienes que aprovechar bien la ocasión, es decir, tu tiempo, para pararte y ponerte en la presencia del Señor para ver cómo estás caminando y llevando tu vida, teniendo la claridad suficiente para no reincidir en lo que haces mal y que no te hace sentir bien contigo mismo. Son muchas las ocasiones en las que la vida te aturde por todo lo que tienes encima, porque te falta el tiempo y no saboreas lo que haces, no encuentras el momento para pararte y contemplarte a ti viviendo tu vida desde la presencia de Dios.
Hoy el Señor te invita a dejarte llenar por el Espíritu Santo, porque te hará estar en la sintonía de la fe y te permitirá disfrutar de todo lo que haces. Si te dejas llevar por las pasiones del mundo y lo superficial terminarás embriagándote de lo pasajero y no profundizarás en lo auténtico. Entonces harás las cosas por rutina, porque toca, y estarás contento, pero no feliz.
Pon el alma en lo que haces y vive desde la fe.Deja queDios dé sentido a tu vida siempre para ayudarte a llegar donde tú no puedes. Con Dios todo es más fácil y cuando actúas en su nombre, Él se encarga de que todo fluya y de que puedas con todo lo que tienes que hacer, porque va poniendo todo en su sitio y ordena tu vida. Cambian tus prioridades y ve a lo esencial, a lo que importa: amar a Dios y a los demás. Hasta que no lo pones en práctica no te das cuenta de que has dejado pasar oportunidades para estar mucho mejor de lo que estabas y encima te alegras por haberte parado, abierto tu corazón al Señor y al sentir su amor ser consciente de que como con Él no hay nada ni nadie, ni se puede estar mejor.