¿Todavía no has entrado en la Cuaresma? ¿Sientes que todavía no ha llegado tu hora, tu momento? Pues hoy tienes la oportunidad de reengancharte a este tiempo precioso de conversión y dejar que el Señor transforme tu corazón, llenándolo de alegría y del gozo de su presencia. No hay cosa más maravillosa en la vida del hombre que dejarse tocar por Dios. El Señor le habla a tu corazón, a todo tu ser, no tengas miedo a sumergirte en las profundidades más maravillosas del espíritu que puede llegar a conocer el hombre. No te prives de estos momentos y muéstrate siempre dispuesto y abierto a dejar que el Señor entre en tu vida para removerte entero y sacarte de todas las comodidades e instalaciones que te apresan el espíritu y te impiden dejarte llevar por el soplo de Dios. Lanzarte a vivir la aventura del Señor es un reto que te hará feliz y te ayudará a comprender lo necesario que es Dios en tu vida.
Cae en la cuenta de la necesidad de Dios que tienes. Conocer a Dios establece una gran diferencia en ti. Pasas de la nada a la plenitud. En tu vida has experimentado cambios: lo que te gustaba de niño ya no es lo mismo que te gusta ahora siendo adulto; tus necesidades no son las mismas de niño que de adulto… Jesús así lo dice: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 13-14). Desde tu vivencia espiritual Dios quiere llenar tu vida interior y saciarte completamente. Tu mejor consejero es el Señor, no lo busques en el mundo. Él te da la libertad para que elijas cumplir o no sus mandatos, para que le sigas a Él o al mundo o a ti mismo. Tú decides qué y cómo quieres vivir. El Señor respeta tu libertad, y quiere que tú decidas dejarle entrar con todas sus consecuencias espirituales o que no le dejes actuar plenamente en tu vida.
Es cierto que son muchas las tentaciones seductoras que te acechan. Es cierto que en tu deseo está vivir coherentemente, sin apartarte del camino verdadero, pero no basta la buena intención, porque en la vida de fe lo que hablan son los hechos, las actitudes que vives y muestras en tu vida. Son muchas las energías y recursos que invertimos en tomar nuestras propias decisiones y vivir según nuestra libertad. Cuando el hombre confía en sí mismo y en sus propias fuerzas tarde o temprano termina viviendo una fuerte frustración. Para salir de esta dinámica es necesario volver la mirada al Señor y tomar el camino de la conversión. Así se invierten las inercias de la propia vida y se rompen los lazos que nos atan a la comodidad, a la mediocridad. La conversión es una liberación y necesitas liberarte cada día, en cada momento. ¿Qué paso has de dar? «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3). Siempre es más fácil acceder a una vida nueva de la mano del Señor que de la mano de los hombres.
Ha llegado el momento de buscar a Dios, de empezar tu camino de conversión. Reconoce tu necesidad de Dios, para que puedas dar los pasos necesarios en tu vida de fe que te permitan encontrarte cara a cara con Dios y dejar que el desnude tu corazón, para que ante Dios no finjas, como muchas veces lo haces ante los demás. Si quieres encontrarte con el Señor, ora. Lo que nos hace fuertes ante las tentaciones es nuestra unión con el Señor. Lo que a los cristianos nos hace vulnerables es la falta de oración. El poder de Cristo es el mismo de hace dos mil años, no ha variado con el tiempo; lo que sí ha cambiado es nuestra vida de fe y la intensidad con la que rezamos. Dios no puede extender su brazo sobre nosotros si no rezamos, porque es la manera de que el Señor penetre en nuestra alma y actúe en nuestro interior. La oración personal ha de ser cuidada con mimo en nuestra vida. Si no nos cuidamos espiritualmente no viviremos especialmente este tiempo de Cuaresma.
El camino para llegar a Dios es la oración; la manera de entrar en este tiempo de Cuaresma y de experimentar en tu vida la conversión es a través de la oración. No quieras pretender conocer a Dios y llegar a una intimidad profunda con Él sin oración personal. Es imposible. Abre tu corazón al Señor y deja que entre, para que tu momento de conversión no sea un sueño, sino una realidad.