Esta mañana tenía una conversación donde hablaba con una persona sobre la esperanza y la paciencia que hay que tener ante los proyectos que uno desea que le lleguen a su vida. ¡Cuántas veces nos ponemos nerviosos cuando lo que queremos no llega! A mí también me pasa.
«El mejor fuego no es el que se enciende rápidamente» (Mary Anne Evans). En un mundo tan global en el que la información vuela a una velocidad supersónica, buscamos la inmediatez, y sin darnos cuenta nos hemos metido en un ritmo de vida tan fuerte que no somos capaces de pararnos. Nos cuesta trabajo hacer silencio en nuestro interior, esperar, aguantar los defectos de los demás y aceptarlos tal y como son, no juzgar ni hablar mal de los demás, orar y meditar la Palabra de Dios…
Uno de los doce frutos del Espíritu Santo es el de la Paciencia que nos permite hacerle frente a la tristeza y al desánimo ante una situación que parece que no llega o que no termina. Humanamente, cultivar la paciencia sin Dios a veces se convierte en una tarea ardua y difícil, pero con la presencia y la ayuda del Espíritu Santo hace que la paciencia brote y podamos enfrentarnos a situaciones duraderas y hasta permanentes, con confianza y con calma. Y entonces llega la paz y la serenidad, incluso en medio del sufrimiento y del dolor.
Necesitamos respetar los tiempos y los procesos, pues los nuestros no son los mismos que los de Dios, se lo dijo Jesús a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios”(Mt 16, 23). Esperar en el Señor, confiar en Él. Es uno de los retos que tenemos para que la paz no sea efímera en nuestras vidas. La paz necesita de la confianza en el Señor, no la da los refugios que los hombres buscamos fuera, en el mundo, en corrientes espirituales, en una religión hecha a nuestra medida.
Contengamos la ilusión porque lo que tenga que ser será, no depende ni de ti ni de mi. Depende del Señor que es quien nos va guiando a través de su Palabra. Mira a tu vida y a tu alrededor para que puedas comprender qué es lo que Jesús te está diciendo en el acontecer diario. Pasa tiempo con el Señor y aprenderás a descubrir que llegas a todo lo que te propones y que tienes tiempo para todo, porque no eres tú quien actúa, sino que es Dios quien lo hace a través tuyo.
Por eso ten paciencia, deja a Dios ser Dios en tu vida y no te cambies por Él. Si quieres que tu Fuego, el del corazón, sea duradero, se paciente y no tengas miedo a que Él te purifique, te transforme. Déjate llevar.
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
Sólo Dios basta.
Eleva tu pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.
A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.
¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.
Aspira a lo celeste,
que siempre dura,
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.
Ámala cual merece
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.
Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
todo lo alcanza.
Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.
Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios tu tesoro
nada te falta.
Id, pues, bienes del mundo;
id dichas vanas;
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
(Santa Teresa de Jesús)