Estando en el garaje de la casa parroquial disponiéndome para salir con mi vehículo particular escucho que pasa por la puerta un padre que le dice a su hijo: “Mira, cuando pases por este lugar (la Iglesia), y por mucha prisa que tengas, que nunca se te olvide…”; a lo que el hijo le responde a su padre: “Saludar a Jesús y a la Virgen”. Os tengo que confesar que en ese momento he respirado hondo, he cerrado los ojos y he dado las gracias al Señor por poder escuchar el consejo que este padre le daba a su hijo. Me he quedado maravillado y sobre todo me ha servido para varias cosas:
- En primer lugar, para dar gracias al Señor, porque he sentido que era uno de los caramelos que el Señor pone en mi camino para alentarme a seguir adelante y constatar cómo Él sigue dando sentido a la vida de las personas y actuando en cada una de ellas.
- En segundo lugar, para ver la belleza de cómo los padres transmiten la fe a sus hijos y lo bonito que es en las cosas de la vida normal tener a Dios presente y aprovechar los momentos oportunos que un padre considera oportuno, para hablar a su hijo de Dios y lo importante que es tenerle presente.
- En tercer lugar, por sentirme privilegiado de ver cómo el Señor actúa en la vida de las personas. Porque desde mi ministerio sacerdotal constato, tanto a través de los Sacramentos como del acompañamiento espiritual, Dios se hace presente y llena de amor los corazones de sus hijos.
- En cuarto lugar, porque he podido convertir esta conversación tan breve y sencilla en oración personal, que me hace valorar mucho más la importancia de los pequeños detalles, pero sobre todo buscarlos y hacerlos realidad en mi vida en lo concreto y cotidiano.
- Y por último me ha hecho reflexionar sobre la importancia de transmitir la fe en la familia y el papel tan importante que los padres tenéis en esta misión que la Iglesia nos encomienda a todos, cada uno desde nuestro ámbito.
Dios es grande, y la belleza de este gesto, os tengo que confesar, me ha llenado de gozo y de alegría. He cantado de gozo al Señor y cada vez que recuerdo este momento me nace una sonrisa y se me conmueve el corazón. Porque vivir y transmitir la fe en la familia es fundamental. Constantemente escuchamos y somos testigos de personas que no reconocen a Dios como parte importante en su vida, y por lo tanto en la educación de sus hijos la fe no es protagonista. ¡Dejemos que Dios sea protagonista en la vida de nuestra familia! Con Él en medio todo es distinto y las relaciones personales cambian. Lo importante es abrir el corazón y hablar desde la experiencia y el sentimiento que provoca el encuentro con Jesús. Que un hijo escuche a su padre hablar de Dios, de lo que le conmueve el corazón, de lo que siente; que lo vea vivir la fe y practicar los Sacramentos en la comunidad parroquial, y que procure buscar momentos de encuentro familiar, donde todos nos paramos para rezar juntos, dando gracias a Dios y pidiéndoles por las necesidades que la familia tiene, es la mejor manera de transmitir la fe en lo concreto y cotidiano, pues se refrenda con el testimonio personal que cada uno somos capaces de compartir.
Busca esos momentos en tu familia, no dejes pasar los momentos y sobre todo toma la iniciativa. De la manera más insospechada puedes tocar el corazón de los tuyos. No te canses de sembrar, aunque sientas que estás predicando en el desierto; Dios es capaz de sacar vida de lo que parece muerto. Persevera, confía y siembra sin desfallecer. Aunque pienses que estás hablando a las pareces, no dejes de hablar ni de compartir; porque Dios sorprende de la manera más insospechada, y esas palabras o ese gesto más insospechado puede tocar tu corazón y provocarte un encuentro maravilloso con el Señor.
Compartir la fe es un reto, un regalo que el Señor nos hace, porque un corazón lleno del amor de Dios no se puede callar, sino que tiene que abrirse y regar todo lo que le rodea de ese amor que tanto merece la pena. Dios te ha elegido para hacerlo presente en tu familia, con los que más amas. Que el Amor de los Amores, Dios, se sirva de ti, instrumento de amor, para seguir transmitiendo y compartiendo a Jesús.