Sabemos, más que de sobra, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Esta es nuestra condición, somos persistentes e incluso algunas veces obstinados en nuestros comportamientos. Parece que si no estamos convencidos y no lo vemos claro, perseveramos con nuestras actitudes, aunque no nos estén haciendo ningún bien. Necesitamos estar convencidos y motivados para emprender los retos que nos proponemos y hacerlos realidad a pesar de los esfuerzos que nos pueden costar.
Afronta los retos de tu vida. No la ponen en peligro, porque te van a ayudar a crecer y a superarte. Eso sí, te sacarán muchos de ellos de tu zona de confort. Muchas veces es necesario y saludable salir de ella, porque sino nos enquistamos en nuestra vida y poco a poco empieza a dejar de tener sentido el compromiso, la autenticidad, el esfuerzo. Entramos en la dinámica del “cuanto menos haces menos haces, menos quieres” y te terminas abandonando. En estas actitudes nos sumergimos sin darnos cuenta y cuando caemos en ello vemos que estamos a años luz de la persona auténtica que queríamos ser.
Que tus retos personales te permitan avanzar en la buena dirección, en esa línea que te hace sentir bien contigo mismo porque estás siendo auténtico, fiel a tus ideales y perseverante en tus propuestas. Quizás habrá momentos en los que fallarás, te caerás, te equivocarás, no te preocupes, vuelve a la senda, rectifica y sigue avanzando. Así crecerás y valorarás más tus decisiones, tus propuestas personales y serás fiel en todo momento a tus propósitos. Entonces caminar contracorriente no será tan difícil, porque tendrás la fuerza y el valor personal suficiente para afrontar la fuerza que te embiste y quiere arrastrarte a lo superficial e intrascendente. No te conformes, ni dejes que nada apague tu sed de autenticidad.
Si quieres llegar hasta el final del camino has de caminar con serenidad y paz. ¡Qué importante es cuidar nuestra interioridad! ¡Qué necesaria es la espiritualidad que nos ayuda a acercarnos a Dios! No podemos obviar que la espiritualidad nos proporciona claridad en nuestro pensamiento porque nos ayuda a encontrarnos con Dios y descubrir el verdadero sentido de porqué hacemos las cosas. Como nos dice Jesús en el evangelio, hemos de actuar por amor: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni le conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros» (Jn 14, 15-17). Quien ama a Dios y quiere estar siempre a su lado, vivirá siendo fiel a la Palabra de Dios. La prioridad, el mayor reto, va a ser siempre ser fiel al evangelio. Jesús lo dice, el Espíritu de la verdad mora en cada uno, habita en ti, y este es el mayor don que nos ha dado Dios porque nos ha hecho templos del Espíritu Santo.
Dejarse guiar por el Espíritu Santo supone caminar en verdad y entrar en la dinámica del Señor, dejando que todo lo que nace y sale de ti sea por amor a Él y por ende a los demás. Por eso el reto de amar y de mirar con buenos ojos a los demás, es posible si lo hacemos desde la presencia de Dios. El Espíritu nunca saldrá de nuestros corazones si nosotros no queremos. Él nos aconsejará, nos enseñará las verdades y nos otorgará una capacidad de amar distinta a la que teníamos antes, porque nos ayudará a luchar contra las tentaciones que harán que aparquemos a un lado los retos que nos propone el Evangelio y nos centremos en los nuestros personales sin mirar a los hermanos que tenemos al lado.
Cuida tu principal canal de comunicación con Dios, la oración, que te ayudará a perseverar en tu vida de fe y a amar de corazón a quien está contigo. Que nada ni nadie te quite la alegría (cf Jn 16, 22).