Necesitamos motivos para creer, para mantener vivas nuestras esperanzas, y no desfallecer ante las empresas que emprendemos. A lo largo de nuestra vida hemos podido vivir momentos en los que nos ha costado encontrar la confianza en nosotros mismos: porque no nos hemos valorado lo suficiente; porque pensábamos que nos sentíamos capaces de hacer lo que nos encomendaban; porque nos hemos sentido inseguros al compararnos con los demás; porque hemos vivido situaciones duras en las que nos han flaqueado las fuerzas, el ánimo y la esperanza, y nos hemos visto superados por el agobio del momento. En definitiva, ante estos momentos no te rindas, no bajes los brazos ni dejes que la oscuridad de la tristeza y el desánimo entre en tu corazón. Busca tu inspiración en el Señor que te ayudará a reafirmarte en tu fe y a no sucumbir ante los miedos y temores que te paralizan.
Si quieres sentirte con fe, con confianza en ti mismo, no esperes a que lleguen por sí solas. No dejes de buscarlas, ni de actuar, ni de tomar decisiones, aunque no estés totalmente seguro. Si te quedas esperando a que te venga la confianza, la fe en ti mismo y la seguridad, es posible que te puedas quedar esperando toda la vida. Actúa y la confianza llegará. Jesús lo dice en el Evangelio: «Quien busca encuentra» (Mt 7,8). Todos tenemos motivos para confiar en nosotros mismos, pues tenemos dones y cualidades que vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida. Estos dones hacen que saquemos todo lo bueno que tenemos y lo podamos ofrecer y compartir con los demás.
Por eso es importante la fe, porque hace que llegues a entender cuál es la misión que tienes en esta vida y que Dios te ha encomendado para que la realices de la mejor manera posible. No te preocupes por los resultados. Preocúpate por hacerlo con amor, por y para el Señor, intentando ser fiel a lo que Él te pide, y con esa actitud humilde de entrega y de servicio, que te permite dar lo mejor de ti, compartiendo lo que Cristo significa para ti.
Busca ante todo dos actitudes, que bien nos exhorta a vivir el apóstol san Pablo:
- La primera dejar que sea Cristo quien esté siempre presente en tu vida: «Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi» (Gal 2, 20); porque todo lo que vives, piensas y sientes lo haces a través del filtro de la fe en Jesús, viviendo así tu fe de una manera más auténtica y radical, no a “tirones” y esporádicamente, sino de una manera comprometida y verdadera, sintiéndote identificado con Jesús que se entrega por ti en la Cruz y en el sacrificio de la Eucaristía.
- Y en segundo lugar buscando el parecernos a Cristo para que así podamos ver a los que nos rodean de la misma manera que nos vio Él: «No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús» (Flp 2, 4-5). Si algo nos enseña Jesús es a estar enamorados de la voluntad de Dios, como Él lo estuvo. Porque para Jesús lo más importante era agradar siempre a Dios y transmitir fielmente todo lo que aprendió del Padre. Por eso constantemente le dice a los discípulos que ha venido a cumplir su voluntad y que el Padre y Él son uno (cf Jn 10, 30-32).
También Jesús tiene otro sentimiento de amor hacia los hombres. Tanto nos amó que dio la vida por nosotros para que nuestra vida tenga plenamente sentido. Además continuamente se conmovía al ver a los hombres sufriendo por enfermedades y porque estaban como ovejas sin pastor. Y lloró incluso ante la tumba de su amigo Lázaro (cf Jn 11, 1-44); signo más que evidente que Jesús estaba totalmente encarnado en los sufrimientos de las personas y quiso tomar partido por ellos ayudándoles y dándoles una nueva vida al resucitar y perdonarles los pecados.
Es el momento de reafirmar tu fe y de entregarle tu corazón a Jesús. Para que puedas amar como Él y seguir su ejemplo dando la vida por los demás, sin desfallecer. Ante las dificultades lo más fácil es claudicar. Que en tu vida no sea así. Entre en oración y dile desde lo más profundo de tu ser: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Creo, pero aumenta mi fe”.